En esta primera entrega, el editor jefe de Andeshandbook comenta los principales desafíos editoriales para publicar contenidos sobre montañas.
Muchos se preguntan en qué consiste realmente el trabajo editorial de Andeshandbook.
En esta columna no voy a intentar responder cabalmente a esa pregunta, pero sí voy a enfocarme en tres preguntas que nos han dado, durante años, mucho trabajo y nos han costado largas discusiones que, en ocasiones, han subido de tono.
Son tres preguntas que por su sencillez parecieran muy fáciles de responder, sin embargo, no siempre lo son.
- ¿Cuándo un cerro es un cerro?
- ¿Cómo se llama un cerro?
- ¿Quién fue el primero en subir un cerro?
En otras partes del mundo, donde existe una larga tradición de montaña como en Los Alpes o en los Pirineos, estas preguntas fueron respondidas hace mucho tiempo y nadie se enfrascaba en una discusión acerca de ellas.
En nuestros Andes, cadena montañosa mucho más grande y menos habitada que las ya mencionadas, estas preguntas vuelven una y otra vez porque todavía quedan zonas casi desconocidas o porque la cartografía o la bibliografía existente es poco precisa y deja grandes espacios para dudas.
Cerros que no son cerros
¿Cuándo un cerro es un cerro? O si se prefiere, ¿qué es un cerro? Antes de responder esta pregunta voy a saltarme otra discusión: las diferencias que existen entre cerro y montaña. Por ahora, voy a suponer que son lo mismo, aunque no lo son y tampoco significan lo mismo en todas partes del mundo. Partamos por definirqué es un cerro o montaña.
La definición de diccionario es muy simple: cualquier elevación natural que se levante sobre el terreno.
Hasta ahí parece todo fácil, pero de a poco empiezan a aparecer dificultades. Por ejemplo, si vemos la foto de la Sierra de Ramón de más abajo, en la que aparecen marcados 5 cerros, ¿podría haber más?


De acuerdo a la definición inicial de cerro, sí, podríamos decir que en esta foto se ven muchos más cerros. Quizás demasiados y, si cualquier elevación es un cerro, si todo es cerro, ya nada es cerro.
Se hace necesario poner un límite, sino el número de cumbres y, por lo tanto, de primeros ascensos se vuelve casi infinito y ya casi todo da lo mismo.
Dicho sea de paso, también es recurrente entre nuestros lectores la duda acerca de si es que un cerro puede tener más de una cumbre (por definición el punto más alto), pero por ahora, es mejor evitar ese otro dolor de cabeza.
En las cartas de Los Alpes o de los Pirineos no todo es cerro.
Hay elevaciones que merecen ser consideradas como tal y otras que no. Antes de que en Andeshandbook nos enfrascáramos en esta discusión, hubo otros que ya habían pensado en una solución al problema. El primero en tocar el tema de forma sensata en Andeshandbook fue el gran andinista Ulrich Lorber, que llevaba años tratando de responder a la pregunta en su Proyecto Nomenclatura.
“Se hace necesario poner un límite, sino el número de cumbres y, por lo tanto, de primeros ascensos se vuelve casi infinito y ya casi todo da lo mismo”.
Fue Ulrich quien habló de la regla que dice cuándo un cerro es un cerro y que ésta se deriva del cálculo de la prominencia: el desnivel mínimo que hay que descender desde la cumbre de una montaña para ascender a otra más alta.
Prominencia
Tal como en la figura de más abajo en que la prominencia está indicada por las flechas verticales en cada uno de los tres casos. Para que un cerro sea un cerro debe tener una prominencia mínima, en algunos casos se habla de 100m, en otros de 200m. Si se trata de elevaciones con menos de 100m de prominencia hay que dudar.
El cálculo de la prominencia de un cerro tiene algunas sutilezas. La primera es que existe un caso, el Everest, en que es imposible subir a un cerro más alto y, por lo tanto, su prominencia es igual a su propia altitud, lo que lo convierte en el cerro más alto y más prominente del mundo.
En segundo lugar, cada máxima elevación en una isla tiene una prominencia igual a su altitud. De esta forma, el cerro más alto de América (un continente, pero también una gran isla si se quiere) tiene tanta prominencia como altitud, lo que lo convierte en el segundo cerro más prominente del mundo. Sí, el Aconcagua es más prominente que todos los ochomiles con la excepción del Everest. La lista de cerros más prominentes se puede ver acá.
Ultraprominentes
Usualmente se le llama cerros ultraprominentes a aquellos que tienen más de 1500m de prominencia, como el Volcán Lanín.

Los problemas que comienzan
Ya con una regla clara pareciera que los problemas se solucionan, pero no es así: los problemas recién comienzan. ¿Qué se hace con toda esa gran cantidad de cerros que tienen una prominencia menor a 100m y que son conocidos y subidos por muchos? Incluso existen cerros con prominencia casi cercana a cero, como el Pochoco. Tener una prominencia cercana a cero significa que uno llega a la “cumbre” y el terreno a continuación se observa plano o casi plano antes de volver a subir, tal como ocurre con el Pochoco. Pero el Pochoco no es el único caso. Hay otros casos emblemáticos como La Paloma. ¿Tendríamos que decirle a alguien que subió a La Paloma que no ascendió un cerro, sino que apenas llegó al filo que lleva al Altar? Ni hablar de la Cordillera de la Costa donde la mayoría de los cerros tiene una prominencia muy baja.

Los más afiebrados probablemente propondrían ser estrictos: nada con menos de 100m de prominencia (o incluso menos de 200m) merece ser llamado cerro, pero esta propuesta olvida que, aunque los cerros sean parte de la naturaleza, la toponimia, el montañismo, las rutas de ascenso, la cartografía, etc. son construcciones culturales, es decir, son procesos en que interviene el hombre y se modifican con el tiempo.
La forma en que se percibe la realidad, la naturaleza no es siempre la misma y, en algunos casos como con las montañas, se debe llegar a ciertos acuerdos para entenderse. En Andeshandbook creemos que no considerar como cerro a La Paloma, montaña con una larga tradición de ascensos, que cuenta con diferentes rutas que llevan a su poco prominente cumbre, sería un absurdo por varias razones.
En atención a este tipo de casos, hace muchos años decidimos ampliar el rango e incluir en el sitio web varios cerros que tienen menos de 100m de prominencia. Hemos intentado reducir las causas que justifican que un caso como éste sea considerado un cerro a tres:
- Historia: Se refiere a menciones anteriores del cerro en publicaciones reconocidas, como anuarios de la Feach, el American Alpine Journal, guías de Ambrus o Vigouroux, libros de Echevarría o Lliboutry, revistas del DAV o CACH, o cartas del IGM. Este criterio ‘histórico’ permite considerar una cumbre como independiente incluso si no cumple con el umbral de prominencia habitualmente exigido, ya que su presencia en fuentes relevantes indica que ha sido reconocida como cerro por la tradición montañera.
- Tradición: Se refiere a que el cerro es conocido por los lugareños y/o los visitantes de la zona en que se encuentra. Su nombre es de uso común. También caen dentro de esta categoría cerros que sin tener gran prominencia son ascendidos de forma habitual por la comunidad y, por lo tanto, sus cumbres son reconocidas por ella.
- Posición geográfica especial: Cerros cabecera de valle que vistos desde diferentes puntos dan la impresión de tener una prominencia importante y que por esta razón se han hecho conocidos.
Se trata nuevamente de razones subjetivas por lo que, en muchos casos en que se aplican, pueden generar nuevas discusiones.
Y está bien que sea así.
Como cualquier construcción cultural, merece dudas y que se discuta sobre ella. Con el tiempo se debiera ir modificando para llegar a un mayor consenso.
Entonces ¿qué hacer con un cerro como el Charqueado? El mayor historiador de los Andes, Evelio Echavarría, lo subió y bautizó el 2002. Como hacía por esa época dejó documentado este primer ascenso y bautizo en el American Alpine Journal. Parece razonable considerar esta punta como un cerro que visto desde el Norte, lo parece, pero que al revisar con más cuidado las cartas se comprueba que su prominencia es de tan solo unos miserables 24m. El mismo cerro visto desde el Sur ya no parece cerro. ¿Qué hacer? Dudar y tratar de llegar a un consenso podría ser la respuesta.

Para la tranquilidad de los chilenos, estos problemas y dudas que vemos en nuestros Andes, no son únicos en el mundo.
Sólo por dar un ejemplo, en Nepal, país en el que las montañas son la principal fuente de ingresos, se está discutiendo la posibilidad de agregar seis nuevos ochomiles a la lista existente:

Sólo el tiempo dirá si es que esta iniciativa fue una buena idea o no. El mismo juez existe para nuestras decisiones en los Andes.
En los próximos artículos, el autor abordará otros desafíos editoriales: ¿Cómo se llama un cerro? ¿Quién fue el primero en subir un cerro?, entre otras eternas interrogantes y disyuntivas.