Presentación

Su nombre fue dado por Louis Lliboutry, famoso glaciólogo de nacionalidad francesa, que en el año 1952 participó en la expedición de Francisco Ibáñez al Fitz Roy con Lionel Terray y Guido Magnon donde pudieron ver y nombrar esta montaña como la Aguja Saint-Exupéry en honor al piloto, explorador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry autor de los libros El Principito y Tierra de Hombres.

 

Esta aguja esta ubicada en el grupo del cerro Fitz Roy entre las agujas Rafael Juárez y de la S. A sus pies por el sureste yace el glaciar Torre mientras que por el Noroeste se encuentra el glaciar Río Blanco.

 

Fue ascendida por primera vez por un equipo italiano en el año 1968 por su vertiente este, bautizando el itinerario como la Ruta Italiana con 700m de desnivel y una dificultad de 60º de nieve y 7a (6a+ C1). Actualmente se han abierto más de 10 rutas por sus distintas caras, destacando la clásica ruta Chiaro di Luna abierta también por los italianos Maurizio Giordani, Rosanna Manfrini y Sergio Valentini, que asciende por el Norte por un recorrido de perfecto granito de más de 750m y graduado en 6b+. El año 2015 Brette Harrington (US) y Marc-André Leclerc (CA) realizaron la ruta en free solo integral (sin cuerda).

 

Se puede acceder a la aguja por el Este a través del campamento ubicado en el rio Blanco y remontando el valle de la laguna Sucia o por el lado oeste remontando el valle del Torre y vadeando la laguna del Torre para finalmente llegar al  campamento Noruego. Desde este valle la vista de la aguja es impresionante, ascendiendo hacia el cielo como una flecha. Curiosamente sus más de 1500m de desnivel se ven poco al lado del gigante macizo del Fitz Roy por el Norte y el imponente cerro Torre por el Este.

 

La primera ascención chilena fue realizada por Javier Sepúlveda que junto a Leo Houlding (GB) subieron por la ruta Chiaro di Luna el año 2001.

 

Referencias

• Louis Lliboutry. Wikipedia.
• Garibotti, Rolando y Pietron, Dörte (2016). Patagonia Vertical - Macizo de El Chaltén. Editorial Sidarta (pág. 354-364)