Ficha Resumen

Información general

Volcán Pili

Acceso libre

Ubicación: Chile, Región de Antofagasta

Sector: Complejo Volcánico San Pedro de Atacama

Ciudad más cercana: San Pedro de Atacama

Altitud:

6046 m. IGM

Año Primera ascensión: 1939

Primeros ascensionistas:

Aldo Bonacossa (IT) y Remigio Gerard (IT)

Coordenadas:

Lat: -23° 17' 33.9"
Lon: -67° 37' 3.9"

Rutas

Libro de cumbre

Montaña

Volcán Pili (6046 m.)

Primer colaborador: Beatriz Andrea Delgado Fonfach

Rutas: Normal, Cara Norte

Publicado el 17/06/2009

Presentación


El volcán Pili alza sus imponentes 6046m de altitud a unos 80km al sureste de San Pedro de Atacama, coronando con prestancia el no menos bello salar de Pujsa. Su estructura, enclavada íntegramente en territorio chileno, corresponde a la de un estratovolcán (1) y a diferencia de su vecino el Láscar, no evidencia actividad volcánica reciente. Su nombre ancestral es el de Acamarachi, una voz aimara que se traduce como Caracol de Piedra y que se explicaría por las dos puntas que se levantan a cada extremo del cráter.

La voz Pili por su parte, corresponde a una expresión que tanto en quechua como en aimara significa pato, y fuera de constituir la denominación actualmente más utilizada para el volcán, lo es también de la quebrada que se extiende hacia el sureste del macizo y que encausa el río del mismo nombre hasta el salar de Aguas Calientes. La exuberante avifauna que anida en el salar de Pujsa, protegido dentro de los márgenes de la Reserva Nacional Los Flamencos, incluye varias especies de la familia anatidae (2), como el pato juarjual, el pato jergón o la guallata, lo que podría explicar en parte el origen de la designación del volcán.

El primer ascenso deportivo al volcán tuvo lugar el 19 de febrero de 1939, como resultado de la expedición italiana que el conde Bonacossa organizó a la Puna de Atacama y que condujo al propio Aldo Bonacossa y a Remigio Gerard a la cumbre del Pili.

Al observar su majestuosa figura, se comprende por qué hace 500 años los incas convirtieron el Acamarachi en uno de sus santuarios de altura y escenario de sus ceremonias sagradas, tal como pudo confirmarse en octubre de 1971, cuando Pedro Rosende y Sergio Kunstmann descubrieron un altar inca en la cumbre del volcán.

Con las certezas que le brindó el hallazgo, Kunstmann organizó un equipo integrado por siete escaladores, tres porteadores y dos arrieros, con el que el 26 de noviembre de 1972 regresó a la cima del Pili, instalando un campamento en las inmediaciones del cráter con la finalidad de realizar nuevas exploraciones arqueológicas. Luego de varios días cavando, el grupo descendió con una estatuilla de oro y otra de plata, textiles, plumas, ornamentos, mechones de pelo humano, leña y hasta mariposas, piezas que fueron entregadas al padre Gustavo Le Paige para su conservación en el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama, fundado y, en ese entonces, aún dirigido por el religioso.

El salar de Pujsa, en tanto, no se queda atrás en historia y leyendas, una de las cuales versa que existe un pueblo enterrado bajo sus cristales de sal y sedimentos, como consecuencia de la maldad de su gente.

Otra de las leyendas, se refiere a la peculiar perdiz cordillerana que abunda en las inmediaciones del salar, que vuela corto y se mimetiza con el entorno, porque la infeliz Chuquipacsi, “Luna de Oro”, desposó a un Mallcu, “Príncipe”, con el que constituyó un matrimonio muy feliz que hubiera continuado así, de no mediar el duro trato que Sunisuni, la suegra, daba a la primera. Un día, antes de que volviera el príncipe, Sunisuni expulsó injustamente a la muchacha de su casa. Llorando, Chuquipacsi comenzó su camino solitario. Al llegar el príncipe a casa, Sunisuni, angustiada, se dio cuenta de que había cometido una inequidad. Madre e hijo salieron a buscar a la joven y vieron que corría y tropezaba y que después de cada caída, se levantaba transformada. Sus manos iban convirtiéndose en alas, mientras plumas le nacían en el cuerpo, el que disminuyó hasta transformarse en una avecilla gris que, en el horizonte, volando, se perdió.

Quien quiera descubrir y protagonizar este mundo de realidades y leyendas entrelazadas, como antaño lo hiciera el Inca, invitado queda a contemplar desde las alturas del Acamarachi, el amplio horizonte desértico flanqueado por el Licancabur hacia el norte, el cerro Meñiques y la misteriosa...

 

Referencia